A. Martinez

Naces como el día.

Eres el día que recién nace desde

un pequeño botoncito de luz;

minúscula partícula de universo,

que se expande en el ritmo

sistólico y diastólico de tu pecho.

 

Todo inicia su camino dentro de ese rio,

potente y metafórico caudal de brisas,

en donde respiran y caminan

cada una de nuestras vivas verdades,

cosidas todas en esa luz adulta de tus ojos.

 

Se arremolinan las palabras tiernas de decirnos,

esas caricias lejanas que nos refrescan la piel

con sus sonidos y significados,

esas flores nacidas en el vicio de los corazones

que se agitan como banderas al nombrarnos.

 

Nos abrazamos dentro de cada frase,

y nos quedamos apretados y juntos,

como pétalo y color,

como pistilo y sangre,

como besos y  labios.

 

Poco importa a estas alturas donde caminamos,

si ya sabemos bien donde sentar el alma,

donde sentirnos para bebernos juntos las noches,

sabiéndonos dueños perfectos, de las imperfecciones

donde se anulan y se contradicen el tiempo y el espacio.