Eres el día que recién nace desde
un pequeño botoncito de luz;
minúscula partícula de universo,
que se expande en el ritmo
sistólico y diastólico de tu pecho.
Todo inicia su camino dentro de ese rio,
potente y metafórico caudal de brisas,
en donde respiran y caminan
cada una de nuestras vivas verdades,
cosidas todas en esa luz adulta de tus ojos.
Se arremolinan las palabras tiernas de decirnos,
esas caricias lejanas que nos refrescan la piel
con sus sonidos y significados,
esas flores nacidas en el vicio de los corazones
que se agitan como banderas al nombrarnos.
Nos abrazamos dentro de cada frase,
y nos quedamos apretados y juntos,
como pétalo y color,
como pistilo y sangre,
como besos y labios.
Poco importa a estas alturas donde caminamos,
si ya sabemos bien donde sentar el alma,
donde sentirnos para bebernos juntos las noches,
sabiéndonos dueños perfectos, de las imperfecciones
donde se anulan y se contradicen el tiempo y el espacio.