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Aquella escarcha llegó,
como plétora descendiente,
en una sola dirección,
como un torrente de lluvia,
con una fuerza extrasensorial,
desató una fuerza total,
y fue un día como hoy,
y fue que cantó el gallo,
y era la gran menarquía,
con esa fuente abierta en sangre,
que yo sabía que algún día llegaría,
y aquella vez, dejé de ser niña y fui mujer,
y me convertí en mujer,
dejé de ser una niña sin cuidados,
empecé a cuidarme,
a afeitarme las piernas y axilas,
y me convertí en una señorita,
empecé a maquillarme,
y ser bonita,
llegó la edad adulta y salía a fiestas,
con amigos y amigas,
aunque no he encontrado el amor todavía,
ahora entiendo, que el amor llega si tú lo buscas,
entiendo que ser mujer es algo hermoso,
pero, la vida no me dió más que “buenos momentos”,
y sí, soy mujer, una mujer,
tengo la dicha de ser mujer y no una muñeca,
siento, padezco, amo y me aman,
y veo el sol todos los días,
y escucho la voz de Dios,
que me guía por el sendero,
hoy comprendo después de veinte y cinco años,
es mi aniversario de plata,
que eso no tiene importancia,
y que la maternidad es algo verdaderamente real,
y que si hubiera sido madre,
hubiera cambiado mi vida,
pero, Dios no se acordó de mí,
a la hora de ser madre,
sino que me robó lo que yo creía ser una verdadera mujer…
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