Al decir adiós cuando se ama todavía
el alma ya sin fuerza se despide,
sin gota de fe que en ella anide
cansada, se vuelve sombra en agonía.
Muchos perdones y tan poca alegría
caricia inútil que ya no coincide
plegaria a Dios para que no olvide
que no se puede vivir en melancolía.
Los labios se quiebran y no cicatrizan
las manos secas ya no calientan
y en soledad a diario se martirizan.
Las palabras a los oídos ya no alimentan
canciones las tristezas ahora armonizan
y estos brazos sin ti no escarmientan.