Los años maravillosos
se han extinto, no queda
nada más que un suspiro
de aquella felicidad perdida.
Los años que no conocían
mañana, trabajo o dinero,
donde la preocupación era
el no morir en un juego.
Cuando podías comer dulces
hasta hartarte, sin preocuparte
por la diabetes o sobrepeso...
Ahora ya no hay más que trabajo,
cuentas pendientes y trastes sin
fregar, un tambo lleno de ropa sucia
que por si sola no se lavará.
La báscula es el peor enemigo,
no hay más azúcar que la del café
y el morir ya no es cosa de juego...