Linda!, llegas tan dulce, tan suave,
vienes como los segundos, que no suenan,
pero marcan con su marcha el día,
y llenas de pronto mi reloj de flores.
Me bebo de un sorbo la espera;
la inhóspita ansiedad desaparece
en las curvas labiales de tu sonrisa,
que se esparce como olor a hierbabuena.
Se abre dentro de mi pecho
el paraguas de tu voz,
con su sombra de sonidos blandos
encendiendo abrazos y ciclones.
Veo tus ojos relampaguear de besos,
siento el olor a nubes de tu pelo,
respiro la temperatura de tu piel
y me pierdo circulando en tu cintura.
Linda!, se me incrustan en la garganta
el sabor de tantos besos,
tus nubes, tus calles, tus uvas, tus montañas,
la canción sobre la luna que siempre me regalas.
Observa mi mar contento todo tu cielo de plata,
con enamorado acento de esperanza,
vistiendo las emociones
mientras desnuda las almas.