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El elevador me conduciría a las carreteras que recorren tu piel
piso 23.
Será cabalgar la existencia sobre tu presencia,
colgaremos nuestras pieles en las azoteas que miran a ninguna parte
para amarnos entre los muros asfixiados por el humo de la ciudad que nos olvida,
otros hombres entraran en tus habitaciones,
la moral ha dejado de importarme,
las buenas costumbres son solo sobres cerrados sobre la mesa que nos vigila,
las sabanas son banderas de guerra y gritos.
Hay una delgada conversación que se ha quedado arrugada entre las sabanas
una hilera de quejidos recorren el espejo mientras mi existencia se busca,
no estuvimos dispuestos para el amor
estamos deshechos por las desilusiones que se escurren por las paredes
porque elijo no atarte a la cabecera del corazón
los juegos del sadomasoquismo ya no me ilusionan
son ahora pálidos muros que lloran
cuando el amor decidió saltar por las ventanas
para cruzar las bardas de tus brazos,
después de todo la alfombra se ha recogido los cabellos,
descorriste la cortina como tu camisa
para desenmascarar la oscuridad de tu piel y tus artificios.
He salido a la calle donde tus labios son la glorieta donde mis besos dan vueltas,
con el cuerpo hecho pedazos
aun recuerdo la vida de ese amor que salto por la ventana
abrazado por tu frialdad que ardía.
He decidido colgar mis sueños en las antenas del televisor
para sumergirme en las alucinaciones de los noticieros y olvidarte,
he recordado haber dejado algo virginal en algún hotel
pero he olvidado las direcciones de algunos sitios.