No te ofrecía caudales
ni torrenciales de sal.
Y me mosqueaban los viajes,
tus molinos y tú andar.
Yo te encontré ya tan grave,
empachando y sin cenar.
Presumiendo de coraje
y muriendo de ansiedad.
Con tus garras inestables,
con tu evidente sangrar.
No te curé porque sabes,
que mi don es no estorbar.
Somos un par de cobardes,
qué se retan sin retar.
Lo que gano con besarte,
lo pierdo en verte marchar.
Puedo darte lo que nadie,
recetarte irrealidad.
Y por no ser quien te calme,
Descompongo tu final.