Una mañana de septiembre, silente, apresurado aunque dormido, te fuiste a los brazos del eterno.
Un sol de vida primaba en tu esencia, a nos lo dejaste aquí, por puro amor,
sabiendo que cada vez que renaciera, jamás te olvidaríamos.
Fuiste la gracia colorida del emancipado tiempo,
flagrante tu sonrisa de ojos cristalinos, de mirada pura, tan pura como el agua.
Tus enojos, como una brisa pasajera y liviana,
tu voz, como campana latirá sensible, bulliciosa en nuestros corazones.
Hoy, carismático nos canjeaste nuestras alegrías por tu jolgorio,
el que atesorado guardaremos en los recuerdos de nuestro viejo portafolio.
Congruente fue tu afán en el reino de tu hogar,
cual paloma de la paz engendraste cinco hijas, las que a tu lado,
eternamente juntas a su madre, en los azules te recordarán.
Tu alma vuela hoy, entre luceros y nubes de algodón.
Tu corazón, posado en una lejana estrella
brillará para nosotros, cada día, cada noche
sentiremos arcanos, como agua de una fuente,
omnipotente tu presencia sin querellas ni carencias.
En esta triste despedida aclamamos tu nombre
Jorge Laiton, una estrella más en los tiempos de nuestros tiempos.
Querido primo, hoy 8 de septiembre de 2016, yo, te digo hasta pronto.
Autor: Jorge Aimar Francese Hardaick
- Argentina - 08-09-2016
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