Te ahogabas en aquel mar
y yo, desde la orilla,
sentía tu desesperación.
Nos hundíamos, tú en esas aguas impuras,
violentas, en sus olas llenas de penas.
A mí, me sofocaba la arena acumulada
por las tempestades, las pisadas borradas,
y las memorias imposible de olvidar.
Y de pronto nuestras miradas
se encontraron.
¡Fue nuestra salvación!
Había que vivir
Tú por mí, yo por ti.
Walberto Díaz
Derechos reservados ©