Acezar el pasado
de un mundo sin penas ni gloria alguna,
sucumbe lo anhelado
matando el sueño dado:
mi corazón se desangra en tu luna.
¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos!
Cuando en el pavimento tú sembrabas
tus huellas de pies bellos
dejaban tus destellos,
susurrando al oído, que me amabas.
Mas, perdido en el tiempo
del vil sufrimiento y de la agonía,
padezco el contratiempo
de tu hermoso tormento
que enloquece la fútil vida mía.
Daniel Mendoza