Lady Necro

Sueños de los aun no muertos. Limbo.

Golpeaban levemente mi cuerpo, estas olas apenas existentes, en la planicie de este mar tranquilo, infinito. El agua era clara , reflejando miles y millones de los pequeños ojos de la bóveda celeste nocturna, creando, en su superficie, un espectáculo mágico y surrealista, parecido más a un cuadro de Vincent Van Gogh que cualquier otra cosa. Recorría las aguas oscuras, poco profundas, rozando la superficie con mis manos, jugando tranquila, moviéndome sin tiempo, buscando con la mirada alguna extensión de tierra, pero no había nada: solo kilómetros y kilómetros de mar y estrellas. Parecía un sueño de limbo, donde no hay mal ni bien, ni existe el dolor de la tristeza, ni tampoco, el candor en el pecho de la dicha. Continúe entre vagos pensamientos, el camino inexistente, cuando, un ruido, pequeño chapoteo, movimiento sereno en el agua, atrajo mi atención; una sombra oscura, alejada de mi encuentro, andaba confundida en este lugar fantástico ensueño, moviéndose con dudas, buscando algo \"real\". No me veía. Me acercaba, curiosa y sigilosa, hacia aquella sombra sin rostro, ni cuerpo definido, buscando en sus siluetas alguna muestra de personalidad humana. Cual fue mi sorpresa, que al acercarme más, comenzó a tener formas en su rostro, de su dudosa masa oscura aparecieron poco a poco dedos, cuello, cabello, rodillas, pies.... Y no era ya nada de lo que pensaba. El corazón me dio un vuelco, y todas las sensaciones que creí improbables en este lugar, se acumularon de golpe en mis entrañas, haciendo escapar, de mi garganta una risa exagerada, y de mis ojos, un fuerte manantial de aguas. Era el, estaba segura, y era como hace muchos años, era como mas le quería y extrañaba: era papa como mas lo recordaba. Todos los recuerdos, todos los momentos, alegrías, tristezas, sonrisas y llantos, vinieron a mi como un torrente que me arrastraba a un colapso casi inminente. Soporte, pues, este ataque mortal de sentimientos encontrados, y grite, grite todo eso que me había callado, grite hasta lo que no quise decir nunca, grite todo lo que me consumía, lo que me mataba cada día desde que tu ya no eras el que yo conocía, grite porque no tenía nada, grite ese dolor que me devoraba, ese amor que me carcomía, esas cosas que siempre espere oír de ti, de mama, de todos los que me rodeaban. Reí y grite alucinada; grite hasta que mi garganta cansada escupió sangre desde lo más recóndito de mi alma herida, grite porque ya no quedaba nada... Grite porque era lo que necesitaba. Te vi, estático, silencioso, alto. Después de esta tormenta interna que arremetió en todas mis membranas, quería que vinieras a mi, que caminábamos juntos por este mundo indefinido. Pero tu no me veías, tus ojos estaban enjaulados, y dentro de ti, de ese cuerpo, estabas de nuevo atrapado. Trate de correr a ti para salvarte, pero, el liquido que me rodeaba, se hacía más espeso, e impedía que me acercara. Seguías ahí, como una estatua que pasa por el tiempo, tus rasgos empezaron a hacerse largos, y tu cuerpo, antes alto, ahora se hacía pequeño y delgado. Te desplomabas conforme pasaban los segundos. Ya no eras más que un pequeño anciano en sus huesos al punto del último suspiro; desesperada, con todas mis fuerzas, salte de mi prisión, y llegue a ti, pero donde antes estabas, no había más que una luz que se internó lentamente en el agua. Me sumergí siguiendo tu rastro, y vi impresionada, tu corazón carnoso e iluminado, pasando por las penumbras, palpitando lentamente, melódicamente. Lo tomé entre mis manos, y sentí su calor confortable que me inundaba. Lo abrace contra mi pecho, relajada y más tranquila, y pude decir \"adiós\", tan puro y sincero que me sentí por fin liberada.

 

Desperté, con un dolor rasposo en la garganta, con ojos llorosos, y una sensación de paz en mi alma. Recordé que aun estabas, me volví a recostar, sintiendo, aliviada, que ya estaba preparada.