Campoamor

Cavernícola contemporánea

 

¿Sabes porqué me gustas tanto?

Te lo voy a confesar porque hace tiempo que me queman las palabras en los labios, que necesitan salir a impulsos alocados; de tan impetuosas que empujan hacia fuera, arden literalmente.

Pues verás, te deseo por la apasionada sabiduría que muestras al dirigirte directamente a mis sentidos persuadiéndome de que vaya hacia tu terreno con esa misteriosa maestría tuya; y como aplicada discípula, confiadamente me dejo guiar. Agitas mis terminaciones nerviosas hasta el punto más álgido, logrando que frenética de deseo culmine en una arrolladora apoteosis.

Me está sucediendo algo extraordinario, amigo mío: el perfecto dominio que día a día voy adquiriendo sobre mi cuerpo. Ese conocimiento se va incrementando a medida que tú me hablas de sexo, de placer físico. Me sorprendo infinitamente a mí misma. Más aún, me maravillo descubriendo prácticas nuevas que me provocan una excitación y un posterior deleite sin límites. Exploro recovecos de mi anatomía que ni imaginaba que fuesen tan deliciosamente receptivos a las caricias. Y es que, por la más bien escasa experiencia que he acumulado hasta ahora en ese sentido; para mí era impensable que ciertas zonas del cuerpo humano, resultaran ser tan sumamente erógenas.

Esa sabiduría que percibo, y que supongo está basada en tus vivencias en las artes amatórias, me la trasmites a borbotones. Llevado por el anhelo unas veces, y otras con poéticas y dulcísimas palabras, consigues elevarme al éxtasis. Y ese estado tan volúptuoso es cada vez más intenso, más prolongado, pleno.

Todavía más extraordinario si es que ello es posible, es el hecho de que cuando estoy inmersa de lleno en esa idescriptíble ansia de plenitud; me desentiendo del resto del mundo sin el más mínimo sentimiento de culpabilidad, y sobre todo, de la totalidad de los pesáres que me atenázan continuamente.

Es entonces cuando absolutamente desinhíbida, evoco tu cuerpo y lo hago mío a través de la imaginación haciéndote disfrutar de esos incomparables instantes de puro hedonismo que, finalmente compenetrados y fundidos en uno sólo, gozamos como adultos al unísono. Me convierto entonces en una experimentada amante que, intuyéndo la manera de hacerte volver loco de deseo; logra que subyugado por esa suerte de embrujo que ejerce sobre ti, no te apetezca siquiera mirar a otra.

Me transmuto en una especie de \'homínida\' salvaje (sí, en una de esas de las cavernas que tú en tono jocoso mencionas a veces, y que tanto nos hace reír) sedienta de lujuria cuyos instintos ancestrales la empujan irremisiblemente a ser egoísta, posesiva, absolutista. Un ser primitivo que, involucionado contra todo pronóstico, no soporta la sola idea de que estando con ella, pienses en otra hembra. Que necesita como el mismo aire que respira, que tu pensamiento, tu cuerpo y hasta tus expectativas más insignificantes en el momento presente; se centren solamente en ella, en su Universo privado, en exclusiva.

¿Ves, hombre de poca fe, los \'milagros\' que, a pesar de la incredulidad de los escépticos, acontecen todavía (o precisamente por eso) en pleno siglo XXI? La libertad para el amor sin ataduras, es una realidad. Pero, solo se goza si se es valiente, si el filo cortante de los prejuicios no sésgan los incipientes brotes de osadía.

Quiero remarcar aquí (más que nada para tu tranquilidad), que hasta ahora no hemos contraído el uno con el otro deuda alguna. Que no debemos profundizar en esta atípica relación nuestra, más allá de establecer que, al menos de momento, son simplemente encuentros esporádicos y placenteros para ambos.

La intuición me dice que en este momento son otras tus prioridades. Esto es: enderezar tu vida, encontrarle sentido y darle cierto nivel de estabilidad. Sin embargo, amigo, sí necesito que sepas que tus fluctuaciones anímicas y demás inseguridades están poniendo a prueba mi tolerancia. Te empecinas en encaramárte a las ramas más inaccesibles dándole vueltas y más vueltas a lo que sea que te amohína sin atrevérte a decírmelo. ¿Consecuencia?, los dos acabamos ofuscados.

Como bien sabes, amigo del alma, mi talón de Aquíles es la franqueza. Es extraño porque debería estar catalogada como virtud. En fin, pues a lo que voy; que no esperes que te brinde mi mano para saltar al vacío, porque yo hace tiempo que lucho encarnizadamente contra mis propios demonios. Tengo perfectamente claro que no puedo permitirme interactuar con alguien que, en lugar de insuflárme optimismo, propície con su actitud negativa otra recaída con el consiguiente hundimiento que eso conllevaría. Sería contraproducente arriesgar todo cuanto de positivo he logrado con esfuerzo y no digamos lágrimas.

Con la perspectiva del tiempo transcurrido (confieso que con ansia de exculparme en lo posible), he ido desgranando paso a paso lo acontecído y llegado a la conclusión de que quizá, no fuera todo responsabilidad mía. ¿Autoengaño, necesidad de lograr algo de paz interior?, no lo sé, amigo querido. Y, lo que me extraña, es que ya no necesito ni quiero saberlo. Así mismo, tampoco me puedo permitir perder bajo ningún concepto la relativa serenidad conseguida.

Campoamor

A. M. D. A.