Malditos pasos que suenan a las afueras de mi habitación.
Malditos pasos que no se detienen
hasta que el sol se cuela
por las rendijas de mi techo roto.
Malditos pasos que invocan
las sombras de quien me busca.
Maldita sea la hora en que abran esa puerta
sin cerradura que es mi muerte,
porque no podré volverte a pensar.
Suenan a la distancia de un millón de kilómetros
estando tan cerca
y suenan muy lejos estando
a mi lado tras de mi oreja.
Sigilosos se acercan
para hacer mi espera más dolorosa.
Lo están meditando antes de hacerlo,
están pensando
como hacer mi herida más profunda.
¡Golondrina!
Tú que duermes temprano
con un ojo abierto
y el otro cerrado.
¡Dime!
¿Por donde vienen?
¡Dime!
¿Que arma tomaron?
Paulina Dix