kavanarudén

El significado de \"kavanarudén\"

 

 

Kavanarudén es una palabra proveniente de la lengua indígena pemón.

 

Los pemones son una familia indígena que vive en la zona sureste del estado Bolívar en Venezuela. La frontera con Guyana y Brasil. Son los habitantes de la Gran Sabana y del todo el parque nacional Canaima.

 

Actualmente existen unos 30.000 pemones en Venezuela.

Entre ellos se diferencian tres grupos: Los Taurepán, que son los que viven en la frontera entre Venezuela y Brasil; los Arekunas, que se han establecido en el Noreste del Roraima y en el valle de Kavanayén y los Kamarakotos, que viven al oeste del río Karuay, Caroní, la Paragua y en el valle de Kamarata.

 

Kavanarudén literalmente significa “lugar del kavanarú”.

Kavanarú es un ave. El llamado “gallito de las rocas”. También conocido por otros nombres: Tunqui, gallito de las Sierras, gallo de la Peña Andino, gallito de monte, berreador o chaperón. Científicamente se le conoce como “Rupicola peruviana”.

Es el ave nacional del Perú, pero también se le encuentra en la Gran Sabana, Venezuela.

Una especie en peligro de extinción. No se reproduce en cautiverio. Una vez atrapado se niega a comer y muere de tristeza. El macho suele ser de color naranja que hace perfectamente juego con su cola y sus alas, que son de color negro. Vive en las rocas, donde construye sus nidos. Huye de los ruidos fuertes. Es una especie muy tímida. Raramente se le puede ver. La hembra suele tener un color más opaco que le ayuda a camuflarse entre los peñascos.

 

Mientras estuve en Venezuela trabajé siete años en la Gran Sabana, en medio de los indios pemones de los cuales aprendí mucho, en todos los sentidos. Puedo decir que fueron los años más hermosos de mi vida. Una experiencia única poder caminar por la Sabana inmensa, bañarme en sus ríos, disfrutar de sus cascadas y de su vegetación exótica. De su flora y de su fauna. Se podía sentir una paz, una tranquilidad, una armonía entre hombre y natura. Cuando alguien me solía preguntar respondía: la Gran Sabana es el lugar donde vive el creador.

Estoy muy unido a esa tierra, a su gente, a sus paisajes, a su historia, a sus leyendas. Ocupan un lugar privilegiado en mi corazón.

 

Cuando la vida se hace cuesta arriba, cuando la tentación de perder la esperanza se hace presente, cuando tropiezo y caigo, cuando se acercan las nubes oscuras en a mi horizonte existencial; abro el cofre de mis recuerdos y me traslado a aquella tierra fantástica en donde fui feliz.

Cierro mis ojos y puedo oler de nuevo el musgo salvaje, la tierra mojada, el aroma inconfundible del humo de la leña cuando se quema debajo del fogón, sus flores salvajes cuyo aroma fluctúa en la brisa.

Puedo ver el celeste de sus cielos, el verdor de su paisaje, el ocre de su tierra, los tepuyes que parecen gigantes dormidos, las inmensas cascadas con sus caídas constantes.

Puedo escuchar el canto de las aves, especialmente el Kavanrú, la lluvia incesante que acaricia la Sabana, la voz de los indios mientras cuentan sus leyendas milenarias o cantan, el rumor de la brisa salvaje.

Puedo degustar de nuevo del Kumache (picante tradicional), del Karichi (bebida fermentada producida de la yuca o mandioca), de su agua pura que saciaba mi sed intensa; de su comida tradicional, de sus frutos exóticos.

En fin, puedo tocar sus rocas, sentir otra vez aquella tierra bajo mis pies desnudos, la corriente del río mientras me dejo llevar, la textura de las plantas que crecen libremente.

 

Recuerdos que me recargan de nuevo de esa energía positiva, que me da la fuerza necesaria para levantarme, alzar la frente y seguir caminando.

 

Elegí como pseudónimo kavanarudén, para no olvidar jamás aquellos parajes hermosos y porque dentro de mí vive aquel ave exótica que huye del caos, y sobre todo que ama la libertad.