La trenza sobre sus palmas,
un contratiempo de espera.
Los demonios también aman,
el desorden de conciencia.
Él parchís con su puntada,
el café a pura indecencia.
No conocen las mañanas,
que la noche es tempranera.
Cuando el placer despilfarra,
la tolerancia y las rentas.
Y se convierte en estatua,
todo el ruido de las fiestas.
¿Me venderías las cartas?
no es tarde para entenderlas.
He cazado telarañas,
y dan igual las fronteras.
Algo en ti nunca se marcha,
y algo en mi nuca se queda.
No compartimos desgracias,
pero queremos tenerlas.
Ya me he espantado las cargas,
para abreviarme a tus penas.
Las demás nunca me abrazan,
las demás se desesperan.
Confundiremos ventanas,
con atascos que se cuelan.
Y estará intacta la gracia,
voy a dejarte sin huella.