Las paredes
observaban silenciosas
nuestro encuentro;
tras las ventanas
todo se detuvo.
La oscuridad
nos abrazó suavemente,
sensualmente.
El nuevo día
no podía sorprendernos.
Necesitábamos
desplazar en el tiempo
los instantes de felicidad.
Sé,
que llegaste como la brisa,
de ese lugar
donde se inició todo.
Allí,
donde reina el amor,
donde se decidió
que te quedes
hasta el final de mis días.
Tú,
eres como el sol,
desvelas la oscuridad
que rodea mi vida;
dejándome descubrir
el amor,
la alegría,
la felicidad,
que se esconde
en mi realidad.
Necesitamos reencontrarnos
con la esencia de nuestra relación;
para abrazarnos a la existencia...