Alberto Escobar

Lamiendo mis heridas

 

 

Sé que ayer estuviste aquí, percibo la estela de tu energía

todavía presente, tu olor se desprendió de ti para quedarse

jugueteando con mis más íntimas pertenencias, noto cómo

penetra en mi seno a través de mis narinas en los

despertares pesadilleantes de las madrugadas de satén y rojo.

Noto también, todavía, las huellas de tu piel antigua pasando

revista a cada poro de mi espalda como antaño, cuando me

rogabas que no te abandonara ahora, precisamente ahora que

encontraste semilla resuelta para abonar tu manantial sediento,

acreedor de deudas firmadas sin tinta, recientes pero pendientes

y asumidas como ciertas que la vida rasgó anulante como papel

inservible, papel sobrante de correo indebido que nos llega a

nuestra puerta.

Ahora me lamo las heridas del roce que tus uñas y dientes dejaron

en mi alma con la insistencia del sepultado en vida bajo sepulcro de

hierro, revuelvo las órbitas de los ojos hacia dentro para bucear en

el noventa y cinco por ciento que no conozco de mí para explicarme

lo inexplicable, lo consecuente de actos pasados, ni siquiera míos, 

que se suceden como fichas de dominó colocadas para caerse en

sucesión abismante.

Me miro en el espejo de Medusa frontero a mi cama para sumirme

 en mundos posibles, llevaderos en esta presente miseria, que me

endulcen mi travesía sahariana que se antoja circunvolucionante.

Espero que el oasis esté cerca.