Sé que ayer estuviste aquí, percibo la estela de tu energía
todavía presente, tu olor se desprendió de ti para quedarse
jugueteando con mis más íntimas pertenencias, noto cómo
penetra en mi seno a través de mis narinas en los
despertares pesadilleantes de las madrugadas de satén y rojo.
Noto también, todavía, las huellas de tu piel antigua pasando
revista a cada poro de mi espalda como antaño, cuando me
rogabas que no te abandonara ahora, precisamente ahora que
encontraste semilla resuelta para abonar tu manantial sediento,
acreedor de deudas firmadas sin tinta, recientes pero pendientes
y asumidas como ciertas que la vida rasgó anulante como papel
inservible, papel sobrante de correo indebido que nos llega a
nuestra puerta.
Ahora me lamo las heridas del roce que tus uñas y dientes dejaron
en mi alma con la insistencia del sepultado en vida bajo sepulcro de
hierro, revuelvo las órbitas de los ojos hacia dentro para bucear en
el noventa y cinco por ciento que no conozco de mí para explicarme
lo inexplicable, lo consecuente de actos pasados, ni siquiera míos,
que se suceden como fichas de dominó colocadas para caerse en
sucesión abismante.
Me miro en el espejo de Medusa frontero a mi cama para sumirme
en mundos posibles, llevaderos en esta presente miseria, que me
endulcen mi travesía sahariana que se antoja circunvolucionante.
Espero que el oasis esté cerca.