Teñidas por el rojizo del atardecer,
duermen hasta la aurora;
despertando de nuevo al llegar el sol matinal,
orgullosas de sus encantos de gran profusión,
con sus coronas amarillas de intenso esplendor,
bellas princesas todas en el reino
de mi jardín
El calor del mediodía de verano,
obligando al vigilante gato a tomar su siesta,
no impide la destreza de los abejorros,
de extraer de cada flor su preciosa néctar,
una ceremonia anual,
tolerada sin dolor por los donadoras pasivas.
La tarde se acerca,
y las hojas de los árboles crujen,
acariciadas por la mansa brisa,
sorprendiendo las rosas ingénuas,
al hacer temblar sus pétalos dorados;
se destruye así el engaño de la naturaleza,
que fueron pintadas por Jan Brueghel padre.