No quiero que me hable hoy ése
o aquélla o aquellos,
platicamos de lo mismo,
de lo nuevo que ha de venir
de los chistes que nos harán reír,
de esto y del otro,
mañana sin duda sí,
pero hoy no quiero,
por hoy no.
Tampoco quiero oír a la lluvia,
con sus gotitas suicidas
empapando el ánimo
de melancolía absurda,
tampoco a los pájaros
con su cantar luminoso,
ni al viento con su silbido estelar,
ya los conozco bien,
los imito siempre,
los imito cuando no estás,
ya los oigo todos los días,
me platican nada
para distraerme
pero no quiero,
hoy no, por hoy no.
No quiero que me hablen
tus canciones favoritas
ni tampoco tus frases foráneas
¿para qué? no, hoy no,
ya las repito aun que no quiera
cuando algo se parece
a algo que viví contigo
o cuando quiero tenerte
en mi día a día, sin que lo sepas,
ya las repito y las enuncio,
así que no, no no,
hoy no, solo por hoy no.
Solo por hoy no quiero oír
consejos bien intencionados,
ni palabras de aliento,
ya las conozco,
son lógicos,
y tienen toda la razón,
me las digo a mi mismo
para reprenderme y convencerme,
ya me las se, pero no quiero
hoy no, por hoy no.
Yo no quiero oír
el ruido tormentoso del silencio,
el zumbido de la ausencia,
el pitido de la soledad,
ya lo conozco,
platico con ellos
cada que la luz se apaga,
ellos me platican,
ellos me dicen,
de aquí y allá
en su perpetua calma
todo lo que vieron,
todo lo que pasó mientras
el ruido apuñalaba su paz,
ya se que me dirán,
pero no quiero oírlos,
hoy no, por hoy no.
Quiero oír a Beethoven
interpretando tu sonrisa,
a Schubert componiendo
para ti su Ave María,
los Nocturnes de Chopin
para describir tu tierno rostro,
Tchaikovsky escribiendo
una partitura para tus labios,
a Paganini y sus caprichos
enredando tu enojo,
Wagner para enmarcar
el trote de tus ojos.
Quiero oír tu sonrisa violenta
rompiendo la calma del día a día
quiero oír la fuerza con la que
tu corazón late fuerte
y agita tu seno ligero
quiero oírte maldecir el día hosco,
lo mierda del mundo y la política,
lo cerdo del cortejo torpe
de cada macho que te acedia.
Quiero oír el día que pintas,
mi sonrisa taladrar el silencio,
que se extinga el gris de la calma
y todos los ruidos sean muertos,
que suene la mansedumbre tierna
de una mirada que habla en un
incomprensible idioma tácito
como preludio bárbaro
a un vals de cuatro labios.
Pero igual que ayer,
y seguramente
igual que mañana
no, hoy no,
hoy no.