Alberto Escobar

El Holandés Errante

 

 

Eres tú?, ¿Necesitas que te ayude a subir la montaña? Me desperté

sobrecogido cuando la noche persistía negra en su negrura, ¡ Agarra

mi mano con fuerza, hijo, confía en mí!

Me levanté de mi frío catre para salir de este maldito sueño que

revierte incansable cada noche, que me persigue como perro de presa

ocupado con un solo software excluyente, que no puede no desafiar el

mandato imperante de su amo que cae como presión atmosférica

limitante de oxígeno.

 

Vuelvo a invocar el sueño tras las necesarias abluciones, que equilibran

la desazón como costumbre que sobreviene con la casualidad, que se hace

fuerte con la repetición sistemàtica y formularia, que me procuran de nuevo

el sueño no con diferente desenlace, vuelvo a caer en el Eres tú etc. etc...

El mí final me levanta como un resorte, como el mástil que precede a la

botadura achampanada del último barco que viajará sin tripulación, sin

pasaje porque es el espejo verde de una leyenda, de un holandés que

errante se difumina en el horizonte de lo imaginable.

 

Me doy por vencido

busco aliados en la televisión que me ofrece productos teletiéndicos

que no necesito.Busco amparo templado en una taza de café que,

con mueca por pregunta, esgrime porqués, cómos , cuándos, que no

logro definir por más que consulto la brújula sondante de mi inconsciente

 

El sueño me pone la larga y el intermitente para adelantar.

Decido facilitarle la maniobra, cedo al empuje de la melatonina remolona

que cada vez me tiene menos contento, logro reconciliarme con Morfeo hasta

las ocho de la mañana para cumplir con el sustento que me permite vivir en mí

, aunque apartados de los que fueron esperma y ahora son casi espermantes.

 

Empiezo un nuevo día otra vez. El Eterno Retorno de lo mismo, el nihilismo

nieztcheano que me encaja como anillo al dedo de un saturno que me rodea

en ahogo ambiente, anhelante.

 

Sobrevivo.