Fue un viernes
Creímos que era lluvia en los cristales
las gotas que locas deslizaban.
Era vaho en los ventanales
que nuestros cuerpos exhalaban.
Era nuestra urgencia convulsa
de entremezclarnos en besos.
Nuestra pasión insulsa
de husmearnos como sabuesos.
Habíamos creído que eso ¡jamás!
nuestras razones mentían.
Con quejidos me decías, ¡más!
y mis cálidos besos tus poros abrían.
En tu vello un soplo sentiste,
era de mi aliento la brisa.
Y al total abandono te diste
ya sin reparos ni prisa.
Y a la barca en que navegábamos
una ola amenazante la embiste
y por si acaso naufragábamos
a mi mástil presurosa te subiste.