Acá estoy, eterno y desmedido,
sincero seguidor del sendero que inauguras
cada día al abrir los ojos,
y enciendes de una mirada el sol bajo mis pies;
es entonces y desde ahí que el día se despliega
como una bandera,
y se abren las voces de los pájaros,
y se despiertan las flores,
y el rocío se regresa evaporado a la panza de las nubes
para dormir su sueño de lluvia.
Sincronizo mi pensamiento a tus latidos,
a tu risa fresca que embellece los parques
despejando la telaraña de la madrugada,
aprestándome para desayunarme desde un beso,
el olor de tu pelo y tus manos,
el sonido de tu cintura,
la calidez acanelada de tu piel,
el milagro tímbrico que brota desde tu garganta
y recorre de norte a sur todo mi mapa.
Si, acá te espero para encaminar el día
y darle presencia de caricia,
pues sólo cuando tú me acomodas las canciones en el alma,
es que renace lo que debe ser la vida.