Te ofrecí
mis labios,
mi tacto,
mi cuerpo.
Mi totalidad fue tuya
a tu manera.
Sin reservas.
No hubo falsas promesas,
ni siquiera un adiós.
Nunca nos extrañamos.
Compartimos
una noche de soledad
y muchas ganas de vivir.
Nunca supe tu nombre,
ni tu edad.
Nunca observé tu rostro,
no me importaba.
Concedí porque así lo quise
y con eso basta.
Walberto Díaz
Derechos Reservados ©