Se hundia el Sol en el poniente
como un inmenso rubí,
y bordeado de mar azul turquí
era su partida esplendente.
Marchaba en la inmensa boveda celeste;
y era tan bello y tan intenso...que sentí...
por un momento a Dios, allí presente,
...yo...que no soy creyente.
La tarde que huia lentamente
mostraba con gesto displicente
esa pintura de enorme esplendor.
Cuyo lienzo era el occidente,
su color el rojo y el oro refulgente,
y estaba pintado por el genio del creador.
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