La lluvia se derrama por el campo
y enciende la fogata del olor,
olores de saúco y de mastranzo,
de tierra humedecida,
rastrojos de sudor.
El frío de esa lluvia me espabila
rompiendo las cadenas que me atrapan,
la mente que me engaña se disipa
y surge en mi presente,
el Ser que me acompaña.
Es lluvia que bendice el pensamiento
y arranca mis instintos de sus goznes,
igual que la semilla en el desierto,
oliendo la humedad
inicia sus procesos creadores.
El brote de la planta desarrolla
secretos de la esencia evolutiva,
surgiendo de la nada misteriosa,
del Ser que con destellos
las sombras ilumina.
Momento de romper la dura costra
y abrirse en el misterio de la vida
dejar la inspiración que vuele sola,
que campe por sus anchas,
que estalle en su expansiva.
Cecilio Navarro 16/09/2016