Evandro Valladares

MILAGRO DEL AMOR

MILAGRO DEL AMOR

En  la cumbre  del  delirio

en   el clímax de la fiebre

rondan  fantasmales  siluetas

queriéndole  llevar a oscuras cuevas.

 

Su alma lucha y se revela,

no quiere el fatídico golpe de guadaña.

No quiere ver cortado el hilo

por la tijera que Átropos le enseña.

 

Ya para el cuerpo han preparado

un largo y lúgubre sudario

Ya están prestos a encender los cirios

que habrán de custodiarle en el adiós.

 

En el ángulo oscuro de un rincón,

en convulsos temblores se debate

una  joven mujer, que entre sus brazos,

acuna al tierno infante producto de los dos.

 

Ella no quiere de su amado la partida

aun están sus vidas muy tempranas,

han tejido tantas ilusiones

que no es justo la Parca se las lleve.

 

Presta resuelta y decidida

como toda mujer enamorada

en su cuna deposita al niño

y acude al lecho de su amado.

 

Con tibios paños su frente enjuga

y en sus labios musita una oración.

Con ternura sus cabellos peina

y  a Dios le ruega sanación.

 

Sobre el cuerpo moribundo

van cayendo las lágrimas

por ella derramadas,

 que suben hasta el cielo

por  la fiebre evaporadas.

 

 

 

 

Y el milagro de amor se va insinuando.

En las grietas se hunde la guadaña

la Parca guarda sus tijeras

y una luz irradia en la cabaña.

 

Ella está plena de alborozo,

a él le invaden los colores de la vida.

Ella trae al niño entre sus brazos

y él… desde el lecho… le sonríe.