Elizabeth Chacon Stevens

ARANDO LA TIERRA

 

 

 

Autora: Rosa Elizabeth Chacón León / Elizabeth Chacon Stevens
Contumazá, Perú.
Miami, \"Tierra Primaveral,\" USA.
[email protected]
estevensr14@gmailcom

 

Despierta el alba y el sol ilumina los andes Peruanos

Despierta la madre naturaleza con belleza y encantos

Despierta el agricultor presto a arar las tierras sin pereza

a arar las punas fértiles y de los andes planicies y dureza

a arar juveniles valles, mesetas, pendientes y quebradas

con yuntas de hoveros, barrosos, mulatos, frontinos, granizos

granadillos, y colorados que mugen; con bueyes negros que bufan

cuando gélidos collados, lomas y alcores de alegría braman

 

Las fuertes yuntas marchan altivas y orgullosas rumiando,

lamiendo sus  rostros, moviendo sus colas de lado a lado,

dejando de sus cascos, huellas con pasos firmes que hunden

allanan lazos de tierra negra  y olor junto al labriego y su orden.

 

La yunta barbecha, surca, remueve la tierra negra preciada

y el agricultor tira del arado abriendo surcos, zarandeando

suelo marchito para alimentarlo y sembrar buenas semillas.

Dos o cuatro hermosos bueyes jalan fuerte yugo por millas,

yugo de madera y hierro que une las cabezas de bueyes

y elimina pico y azada, herramientas que abren terrenos.

Para el crecimiento de plantas en sembrados baldíos

van usando apero para aumentar porosidad, carca de rumiantes.

 

En prominencias y cerros de Contumazá, Cascabamba

el uso accesible de fuertes y valientes yuntas es ventajoso

para un agricultor, el Gañan o el yuntero que guía las yuntas

que piquete en mano los encarrila y mantiene buenos surcos

 

¡No hay nada más espectacular y asombroso ver el atardecer!

Escuchar el ruido de las rastras, el cantar del fiero caminante,

ver la tenue luz del crepúsculo, besando sutil escena bella

de esperanza y dureza, ver al labrador con picador  en mano

dirigir los animales y al caer la tarde dejar los yugos caer,

dejar los bueyes libres del yugo, llevarlos a pastear, darles

agua de beber y llevarlos a sus potreros o a sus corrales.

 

Cuando cae la noche, el labrador regresa en silencio bajo sombras

de lomas y colinas, exhausto agotado a sus rústicas chozas

sobre grupas de burros y otros van caminando a paso lento

a prender fogatas, cocinar la merienda y llenar sus debilitados

cuerpos con néctares de vida que le proveen el nutriente bendito.

 

Labrar la tierra tiene valor auténtico es único, espiritual, moral

y ético de naturaleza-tierra en  armonía con hombre y animal.

Todos van trabajando unidos por una causa, por un mismo ideal,

sobrevivir. Dejémosla descansar del agitador perturbador puñal.

¡Qué aprendimos al arar la tierra? A congeniar con la belleza natural,

a conocer tipos de suelos, textura, color, fertilidad, humedad, aridez,

abonos precisos y a mantener la rotación firme de tierras de cultivos

y el aroma y dulzura de cada fruto que recogemos en cosechas.

 

Derechos del Autor Reservados.

Miami, 17 de septiembre del 2016 a las 5:56 PM.