No tiene asiento mi razón
en las ramas del olvido.
Y es que Rose vació
toda la savia de mi corazón.
Verdes hojas y mil raíces
echamos juntos en el camino.
Pero el arbolito que plantamos
aquel helado enero secó.
Pasaron muchos, muchos,
muchos años...
pero mi corazón
quedó semisuspenso
en aquellos brotares
de primavera
que Rose culminaba
con flores inventadas
de nuevos
colores
improvisados.