Siempre he querido ser la inspiración de un poeta.
Estar en sus peores días y ver como escribe de mi intensa mirada.
Sentarme a escuchar todas esas palabras que desconozco,
y con las que, tal vez, me describirá.
Mirarnos fijamente durante horas, mientras disfrutamos
de una taza de café, en aquellas tardes de lluvia,
Cuando la mano le tiemble, de querer escribir, sobre mi.
Quiero escuchar como con su voz desgastada, me lee un libro
de su infinita colección.
No es avaricia, ni nada que tenga que ver con la vanidad.
Es sólo que, nadie sobre la tierra ama como lo hacen los poetas.
Mi deseo anhelado, es y será, siempre, ser la musa de un poeta.