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Escucho la tarde ahogar su gemido,
su llanto en primavera,
su esencial olor en otoño,
cuando en el ocaso,
arde la rosa,
¡nunca en soledad!,
escucho decir y gritar,
si existe la rosa,
como cosa más sagrada,
como el invierno total,
¡nunca en soledad!,
dicta el futuro,
como lo más puro,
en presencia,
y no marchita,
si en mayo estoy,
cuando arde la exactitud,
de un comienzo,
y no un final,
cuando es la tarde tan real,
como el ocaso triste de mi día,
¡nunca en soledad!,
y grita mi boca,
y mis labios,
de carmín,
desata la locura,
cuando hoy con tortura,
estoy sin un ¡nunca en soledad…!
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