Me sumerjo en el agua
alimentada del río de abajo,
inundo tu piel con miel de icacos,
destilando de mi boca.
Froto mis piernas
en la piedra de molino
y me quito las ganas.
Bebo de los alcores,
hélice del fragor de mis venas.
Nacemos y nos embelesamos,
comer es más embriagante
al soltar el corpiño sutil
de tu espalda.
Es domingo y la tarde se vaponea
ante mis pechos
que decaen en tu reojo.
Las ganas se hacen memorias
y nos esfumamos,
venciendo el miedo,
a tocar el índice húmedo
con mis pies enlodados.
La noche es una sombra dispersa
entre caricias y ensueños
un Chateau Petrus
y me toco las piernas
pensando
en tus ojos procaces.
No hay más que decir,
tócame el alma que anhelo volar.
Magda Bello
Memorias dispersas