Que mujer tan linda que me acompañaba de madrugada en mi viaje al campo, de pronto nos sorprendió el día, y ella abrió su bolso, sacó su maquillaje y eempezó a embellecerse. Yo le dije: por qué lo haces, si así luces muy bella, solo sonrió. ¡ay! en mi quedó grabada su sonrisa. Escribiré lo bonito de nuestra amistad y guardaré para siempre su nombre: Aydeé.
Ella llegó al final de su viaje y yo quedé inspirado de su dulce compañía.