No revivió, ni siquiera con mis intentos de dios desterrado que le asfixiaba boca contra boca, traspasándole mi angustia como una desesperada, al final, un no te mueras con tono desgarrador nunca nos a salvado.
Fue así como nos despedimos de un amor desahuciado , un amor que ya sentía el virus de lo desolado.
Y cada uno se llevó sus trucos para ser feliz, aunque yo confieso que me sumo por las noches al carnaval de los recuerdos y después de varias horas de andar entre sus restos, quedo duplicada entre mi realidad y los sueños... al final no soy yo una sola ni ésta soledad una ajena.