Samuel Santana

Elena

I
Sobre el lomo negro de la tierra
Pedro pasaba los días en dura faena.
Quemado por el sol y tiritando por la lluvia
plantaba legumbres y recogía frutos.

II
Su alma era blanca y pura como alheña.
Y vivía tranquilo y cuidaba sus ancianos padres.
Sus hermanos, once en total,
se fueron por el mundo en procura de mejor vida.

III
Pero un día de visita llegó al campo la hija de su prima.
Era de cabellos largos y de ojos redondos.
Con dulzura le hablaba.
Tanto que su corazón se apegó a ella.

IV
Entonces la llevaba a recoger flores y a
a ver prados verdes y rozagantes.
El tomaba las dulces frutas
y las ponía al borde de la tierna boca.

VI
Pero un día, tirados sobre la brizna seca,
Elena le dijo cuando miraban las blancas nubes pasar:
-Mañana me iré
y siento que mucho te he de extrañar.

VII
Pedro, absorto y taciturno, no comía ni dormía.
Tanto así que un día, preocupada
y temblorosa, la madre le dijo:
-Algo grande angustia tu alma, hijo de mi vida.

VIII
Pedro volvía al último lugar donde estuvieron.
Olía amapolas, miraba el cielo profundo
y buscaba entre figuras danzantes y señeras
el azul infinito de aquella inolvidable mirada.

 

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