Ellos no saben llorar,
son un glaciar.
En sus adentros guardan un mar.
Qué locura hacerse fuerte,
no querer desahogar la pena,
sentir la muerte y en ella no creer.
No llorar, ah de ser un calvario,
una quimera perdida antes de empezar,
No arriesgar a vivir por la frialdad de su mar.
Ahí van caminando atados a la rutina,
creyendo en las mentiras de su vida,
sintiendo qué avanzan hacia el confort qué ansían.
Ellos no escuchan,
no creen en poesía.
Solo avanzan y avanzan en su desdicha,
en el tedio de su rígida vida,
Desamparados ellos que no luchan por el amor.
Se quedan solos con su comodidad,
lo riguroso de sus rutinas,
sin nada de aventura y alegría.
¿Dónde contendrán la pasión de vivir?
No comprendo su existir así.
Vivir sin ganas de sentir,
tan solo siguen y siguen,
creyendo en su sistema,
Manejado por vienes,
papeles con números,
cosas huecas sin sentido.
Ellos piensan qué valen más qué los niños.
Ellos no saben llorar.
Ellos no saben amar.
Ellos ahí muertos van.