En los momentos cuando su recuerdo invade tus vivencias sacas el libro de las santas escrituras. Tratas de olvidar su imagen entre las palabras ejecutoras que a latigazos mentales te dicen que estás pensando mal.
Su rostro desaparece lentamente con la invocación de las frases fragmentarias, pero se niega a desintegrarse y se asoma, como fruto prohibido, entre los renglones. Deseas ignorarla. Sí, quisieras ignorar su presencia que se siente más fuerte que nunca, y mucho más verdadera que otras presencias.
No quieres volver a tu ser de Magdalena. No quieres recordar quién eres, vivir pecando entre tentaciones carnales y emociones equivocas. Ya has aprendido a negarlo todo, a reducirlo todo, a disfrazarlo todo. Quieres convencerte de que así eres feliz. Que puedes vivir sin ella. Deseas que se aleje pero que nunca se olvide de ti.
Walberto Díaz
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