Alberto Escobar

Una Rosa es una Rosa

 

 

Ayer corté una rosa de tu rosal.

La rosa sangraba lágrimas de desamor

azucaradas como la vida que te espera.

Yo sentí un rayo frío que me derritió

el corazón.

 

Hoy vuelvo a tu jardín para seguir cortando

las rosas pendientes.

Al verme huyen despavoridas buscando

consuelo.

 

Claman tu nombre salvador, pero no te das

por aludida, no quieres verme, sacrificas tu

rosal con tal de evitar el recuerdo, el amargo

sabor del desabrido ayer, prefieres hacer ojos

sordos al reclamo, no te importan tus rosas,

das la espalda al sentimiento, no, no, no...

Ya han pasado veinte años, la vida, no sé

por què, me recuerda tu risa, tus momentos

de vino y rosas, me acerco de nuevo a tu jardín

con curiosidad.

 

Compruebo alegre que las rosas que vinieron

después siguen lozanas, llenas de vida.

Me alejo contento sin poder quitar la vista al

rojo fuego que desprenden, me alimento de su

energía para bien mío, la utilizo para mí mismo,

para cuidar mi jardín.

Bajo al porche de mi casa, me siento a recordar,

a revivir, me levanto para acercarme

a mi jardín de geranios y amapolas.

 

Decido regarlas con la energía robada como un

vulgar Prometeo.

Compruebo que les he dedicado poco tiempo.

A partir de ahora me impongo como deber visitar

tu rosal en busca del elixir

mágico que les ha devuelto la vida.