El escalofrío sube en mis piernas
y despierto estremecida
por la noche que me traga.
Y ligera de mis ropas, me interné en el jardín,
el pánico se apodera de mi mente,
al escuchar ecos de risas perniciosas
que me invitan al festín siniestro,
y en un traspiés me vi
frente a tus ojos colosales.
Y Canta la sorococa
e invade mi sexto sentido,
es la noche que anuncia tu llegada.
Parlemos un poco ―le dije
y entre vagidos se quiebra el mástil.
¿Me sirves un vino seco?
Seco el verano desolado,
seca la mirada de un anciano,
seca la noche que me mira.
Ese búho me da escalofrío,
Fijo, soldado de la noche,
sus luceros se cierran de día.
¿Estas de sabihonda? ―me dijo―.
No me das miedo, le dije, tus ojos saltones,
tu grito voraginoso,
no te sacias de tragar a los humanos
como si fuésemos uvas exprimidas.
Los espantos se apoderan de la ópera
y desata fantasmas en la tétrica casona.
Así me fui apocando y entre las ramas
y el manto de perlas negras,
vi la silueta de tu anunciante
visitando la casa de al lado.