Me he quedado con tu voz martillando mis silencios, palabras de ultratumba que no riman en el acontecer de los días, cada segundo es el funeral de los recuerdos aquellos; de episodios que cruzaron el desierto para perderse en su vorágine de impetuoso regocijar entre la furia del sol incandescente. Solo rastros de tu vida en los espejos que se abren entre las grietas de un horizonte con signos ambiguos. El espectáculo de la tarde se hace mustio como sin un gigantesco pájaro de las oquedades colocase sus plumas adosadas con los colores del abismo. Huele a misterio en donde las cadenas del olvido descienden desde las cumbres, en donde brillaron con luces que se perdieron en la batalla del querer. La vida acaricia la oportunidad cuando sigue escuchando las palabras de un amor que no reduce el destino, solo que hasta cuando calla sigue siendo la gran pasión que impregnó hasta el último sendero de las entrañas. Caen gotas de lluvia que dejaron de ser lágrimas para volver a correr como ríos felices, la dama de negro se llena de eternidad cuando deja de ser desierto para revestirse con el paraíso…