Anoche soñé contigo…,
el mejor de los amigos,
sincero, noble y correcto,
el que era capaz en silencio
de llevarme prendida en su pecho
con sumo honor y respeto.
El que me llenaba de atenciones
llamadas, versos y flores;
confidente de temores
aliviando mis aflicciones.
Eras la viva imagen
de Cristo en el calvario
amando y perdonando
a los que le condenaron.
En tu corazón no cabía
la maldad ni el egoísmo,
todo en ti era pura poesía,
templanza y optimismo.
Manos de artesano,
de mente precisa y clara,
servicial donde los hubiera,
caballero y cortesano.
Así eras tú, mi querido amigo,
lo más grande que he tenido,
y en mí ha quedado tu huella
por siempre eternizada y bella.
Anoche soñé contigo…
con el mejor de los amigos,
con tu mirada expresiva y tierna
y aquella franca sonrisa
que quitaba las penas.
Fina