A mi padre…
Padre! Hoy amanecí pensando en ti,
en lo solo que te debes sentir en el ocaso
de tu vida, sé que quizás hago mal
en no querer llamarte regularmente,
pero hay heridas y recuerdos que me
asaltan en la mente y hacen un poco
difícil la comunicación de mi parte.
No hay rencor y mucho menos odio
hacia ti en mi corazón, es un extraño
sentimiento de abandono, que aunque
lo he trabajado mucho aún me persigue.
Muchas veces te pienso y lloro en
silencio, quisiera abrazarte y poder
escuchar de ti, las repuestas a tantas
preguntas que se me quedaron atoradas
en el corazón, y que hoy a pesar del largo
tiempo transcurrido, me gustaría escuchar.
Cómo me tranquilizaría saber el por qué
de tantas cosas?
Ya lo intenté una, dos, tres y más veces, y por
repuesta solo encontré tu impenetrable silencio.
No se puede obligar a nadie y menos a un padre,
a traer al presente hechos del pasado.
Mi padre sabe que lo quiero y que siempre lo he
querido. Hoy hablé con él y tuve la oportunidad
de repetírselo una vez más, me dio su bendición y
me despedí con una indiscreta lágrima a punto de
convertirse en cascada.
Quiero darle gracias a Dios por tenerlo aún con vida, con
una que otra dolencia, pero con la mente lúcida a
pesar de sus casi 100 años.
María B Núñez