María B Núñez

A mi padre…

 

  

 

 

 

 

A mi padre…

 

Padre! Hoy amanecí pensando en ti,

en lo solo que te debes sentir en el ocaso

de tu vida, sé que quizás hago mal

en no querer llamarte regularmente,

pero hay heridas y recuerdos que me

asaltan en la mente y hacen un poco

difícil la comunicación de mi parte.

 

No hay rencor y mucho menos odio

hacia ti en mi corazón, es un extraño

sentimiento de abandono, que aunque

lo he trabajado mucho aún me persigue.

 

Muchas veces te pienso y lloro en

silencio, quisiera abrazarte y poder

escuchar de ti, las repuestas a tantas

preguntas que se me quedaron atoradas

en el corazón, y que hoy a pesar del largo

tiempo transcurrido, me gustaría escuchar.

 

Cómo me tranquilizaría saber el por qué

de tantas cosas?

 

Ya lo intenté una, dos, tres y más veces, y por

repuesta solo encontré tu impenetrable silencio.

No se puede obligar a nadie y menos a un padre,

a traer al presente hechos del pasado.

 

Mi padre sabe que lo quiero y que siempre lo he

querido. Hoy hablé con él y tuve la oportunidad

de repetírselo una vez más, me dio su bendición y

me despedí con una indiscreta lágrima a punto de

convertirse en cascada.

 

Quiero darle gracias a Dios por tenerlo aún con vida, con

una que otra dolencia, pero con la mente lúcida a

pesar de sus casi 100 años.

 

María B Núñez