El día va exhalando ,
sus últimos alientos,
su refulgente corazón de fuego,
en la ruta cíclica ,
su carrera va deteniendo,
en el horizonte los árboles,
lo aprisionan y apuñalan,
agonizante se desangra ,
por senderos y enramadas,
regando con oro triste ,
la sedienta tierra , pobre y aletargada,
misteriosos vigilantes ,
de los árboles van surgiendo,
almas oblicuas, oscuras y alargadas,
se derraman por el suelo,
intentando con raudo esfuerzo ,
atrapar el último destello ,
alimentarse quieren ,
embriagarse con su lumbre,
vivir o morir en el intento,
no quieren quedarse a oscuras,
no quieren ser tinieblas de nuevo
arrullos de gorriones ,
palomas en el viento,
trinos peregrinos ,
ecos de vida ,
póstumos suspiros que le gritan ,
al manto mortecino que se despliega,
sinfonía que al unísono,
son ubicuo que palpita ,
en el monte , en la penumbra,
reminiscencias que despiden,
al Creador su providencia ,
y al día sus fatigas
una brisa fresca, abrupta merodea,
susurrando al crepuscular silencio ,
heraldo de ignotos aires,
mensajero de otras tierras,
divinal caricia , soplo etéreo ,viajero del cielo,
mece la hierba en un vaivén sereno,
en un vaivén delicado de sutil afecto,
una hormiga alpinista ,
por la corteza de un árbol viejo,
sobre sus hombros carga alegre,
un sueño verde de sustento,
una luna taciturna
espía con su resplandor argento
brincando inquieta por el horizonte
por ese vasto y misterioso mural
que separa la tierra del cielo
son destellos , son cristales
se insinúan con sigilo
se insinúan en el taciturno cielo
en un crescendo , lo van henchiendo
son acordes de alegría
arrancándole de a poco sus desvelos
eternas compañeras
les sonreían al viajero
sonrisas de diamantes
por montañas y desiertos
en el abismo de la tormenta
a los náufragos regalaron
una bonanza de ilusiones
un hogar , una familia , un regreso