Tengo el cielo bajo tierra
y atisbo a todos lados
con la mirada extraviada.
En un caravana de gritos
y remolinos de asfixia
no hayo el macizo.
Más bien tropiezo
con alas de mariposa.
Voy llegando a sus lares,
al cielo bajo tierra,
y me pierdo ensimismado
en estas manos endebles
que al romperse me exilian
nuevamente a la superficie.
Me trasiegan la esperanza
siempre a este mismo sitio.
Solo tengo mis manos
para descender pausado
por la profundidad del camino.