En su sonrisa se nota la tranquilidad qué me puede calmar.
Sus ojos guardan un mundo lleno de intensidad,
dispuesta esta ella a compartir ese sublime mundo.
Le regalaría mi vida aún no vivida,
tan solo por, un paseo tranquilo, entrelazados entre la yerba.
Me gustaría volar bajo el agua.
Empapar mis alas, limpiarlas y qué ella me acompañara.
Sin prisa nadar por lo infinito del mar.
Contemplar la pureza de su castidad.
Saber qué sería el primer amor de verdad.
Secar nuestros cuerpos en la playa.
Besar las heridas de su bella armadura,
qué aún sangra cuando recuerda la dura batalla,
en el pasado sufría ella por el amor.
Hoy qué la veo, quisiera cambiarle el dolor; por flores, momentos, vuelos en eterno.
La arena, sube los pies de ella,
quiere ser parte de su natural complejidad.
Yo la observo, contemplo mi tempestad en sus curvas.
A mí me matan las curvas de sus ojeras,
miles de besos le daría en las mañanas.
Al sol libre le diría “-Ilumina sus recovecos, enséñame como ser su complemento”.
Alas rotas por tardar tanto en volar,
Son la única excusa qué podemos dar.
Ella me ve, y mi corazón vuelve a florecer,
Los pétalos de mis flores, renuevan mis alas rotas,
ella se sorprende y me roba un poco de hojas,
para renovar sus agujeradas cornisas.
Ella vuela alto, yo la observo desde un punto más bajo,
espero a qué baje y me regale un algo lleno de placer.
Es maravilloso con ella poder el amanecer ver.
Sorprendente como mi alma se unió a su ser tan fuerte.
Ella me ama, lo dice su mirada qué arde en llamas.
El cielo y la luna son testigos de los sentimientos qué compartimos.
De lo efímero a lo eterno volamos en cualquier momento.
El tiempo y sus fragmentos, se disuelven entre nuestros besos.
No hay destino qué separé el vínculo de nuestro amor.