Por imbécil, por necio estoy aquí
en lo más hondo y bajo del pecado;
aquí, por mil demonios torturado
y arrepentido de lo que no fui.
Yo que ser invencible me creía,
confiado como estaba de mi duda.
Ahora la verdad se muestra cruda
y soy el tonto que se me decía.
Por estimar la fe como un agravio,
y dármelas de intelectual y sabio,
hoy sufro los ardores del infierno.
Y no merezco menos que tortura
Pues aunque la verdad me sea dura
Por imbécil merezco el fuego eterno