Le regalé alelies rojos
para adorno de su pelo
cuando quiso que la amara
la primera noche de enero.
Igual le ofrecí alelíes
cuando dijo que me fuera
y le obsequie mi bendición
porque esa es mi manera.
No me vio llorar y me fui solito
por los atajos de la noche
entre ladridos camorreros
y la luz de la última Luna
del mes de febrero.
Sus ojos estaban ausentes
y en su pupila estaba
todo el olvido
con su pensamiento
en la lejania.
Tuvo pena de mi pena
y vi en su tristeza espinas
pero también lágrimas
de dulces recuerdos
caer una a una
por sus mejillas
en la noche del adiós.
Me gustaban los alelíes
me dijo
pero ahora prefiero
la rosa y el jazmín
para mi pelo
y para mi santo de marfil.
Mientras el silencio
giraba redondo
en el calor del dia entero
y la noche también giraba
en una canción de desconsuelo.
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