¡Oh! ¡Dónde está Morfeo? sino que dormitando en su legendario sueño
mientras en este septiembre descendieron nuevamente las ninfas,
en lo que dice ser la continuación de un consolador invierno
y renacen los piélagos por los suelos con agrandados ojos grises
¡cómo se refleja el cielo!
¡vasta es su presencia en todos ellos!
Es un ladino ambiente que enajena los sentidos de los faunos caídos.
Aún es septiembre y todavía en el se desentierra la esperanza de los
ávidos de sustento, abriendo la tierra
y en tal obra, arándole las costillas
en sus espaldas morenas, a la dama frondosa de las aleatorias horas,
se arquea para retornar de su descanso entre brumas y pardas ilusiones
a esperar anhelosa, a que Morfeo dirija su sueño hacia
los alfareros de los alimentos divinos,
hacia las vides, para el brotar de sus vinos.
¡Oh! el silencio es de goce y empieza el surfeo de las libélulas danzantas
y coloreando de lucecitas desatendidas del todo aquello que les rodea
las damitas de la noche, las quiebraplatas en su son de tunantas.
Muchos pares de ojos son admiradores
amantes de la renovadísima y primaveral natura
creen que la eventualidad llega atada con el rubor de mejor suerte,
que los portentos de la época - de los días de hoy - son más fuertes.
¡Ah! ¡faunos salid a la actuación reinante¡
¡moved vuestras míticas manos!,
sabed que en las aldeas hay níveos cirios que chorrean a lágrimas
anticipadas, en sus penitencias y su lumbre se acompaña de voces
orando – algo piden - con sus rostros sesgados hacia arriba.