Había una vez un jardinero llamado Serafín. Él, decía que era el fin. Porque sabía la ruta del sol. Y predijo, que el sol en el día de ayer había girado una vuelta mal alrededor de la tierra. Y que había aparecido un halo alrededor del sol. Nadie vió nada, en el día de ayer. Pero, él insistía en que era el fin. El viejo llamado Serafín sabía que no estaba del todo cuerdo. Y a nadie le había contado sobre el fin, él lo guarda en su interior como una corazonada. Pero, él permanecía en el jardín. Cosechando unas rosas para Doña Cleo que le encantan tanto. Socavando tanto en el suelo se pierde su dije “El Diente de Marfil”. Él en su inmensa faena y tratando que no se fuera herir con las espinas, él trataba de hacer su labor perfecta. Doña Cleo le encarga a Serafín el arreglo foral de un cóctel que había preparado para la llegada de su hijo de Europa, Djeancarlo. Serafín, observando el cielo y el sol, en el jardín, se hace un confín de tragaluz en el cielo y la luz trastoca a la vista del viejo y no le permite ver el sol ni el cielo. El anciano con una vasta experiencia en la cosecha de rosas, no le hace caso al instante y se dirige al jardín de rosas. Corta una rosa, por la parte del tallo donde no hay espinas que puedan herir sus manos y dedos. Hace un corte oblicuo, sencillo, pero perfecto. Él, aún no se percata que su dije estaba allí, entre las rosas, la raíz, sus tallos y la fresca tierra. Él, en su naturaleza de viejo astuto y sabio, sabe que el tiempo no esta muy bueno, lo sabe por la elegancia que tiene el rosal, si marchitan o no. Es época de otoño y él sabe que las hojas de los árboles aún no han caído totalmente. Y es estación para las tormentas y huracanes que vienen del oriente. Sí es el fin. Se dice en su interior, en su pensamiento esta la vida. Que aún no fragua su vida totalmente, le hace falta todavía cosechas más rosales con olores. El Diente de Marfil, se pierde más en la tierra, es como una serpiente que corre veloz por la tierra. El Diente de Marfil hace un estruendoso instante cuando llega a la raíz tan profunda de la rosa que hace un temblor. El viejo se agarra de sus cosas, aguarda un momento y se dice es pasajero porque sus rosas no se mueven en el instante en que se hace el terremoto. El anciano, entra a la casa y Doña Cleo esta mal de salud, su salud empeora. Es el fin, dice el anciano. Para Doña Cleo y para el universo de rosas. Se dice que el silencio acecha la casa de Doña Cleo, con la fúnebre despedida de la señora, que se muere de un infarto. Serafín un anciano fiel servidor de Doña Cleo, decide cortar las últimas rosas rojas para el funeral de Doña Cleo en cuestión de un instante. El sol, es otoño, las nubes, el tiempo, las horas, las rosas y el dije y es el fin. El anciano acecha al rosal de rosas para cortar las mejores rosas rojas. Serafín sabe que es el fin. El cielo se torna claro como el día en la alborada, el sol se abastece de color rojo como las rosas rojas que poseen el dije del diente de marfil, las espinas son el dolor que atravesará su cuerpo si llega el fin. En su interior el corazón le palpita a pulso acelerado y sin sentido. Él, sabe que el comienzo de la noche no terminará nunca cuando se oscurecerá el mundo. Y Serafín sabe el fin. El sol, las rosas rojas, el flavo color en el cielo, el flas de sus ojos y el destello en el cielo como relámpago del mal tiempo. Sabe que es el fin. Serafín, es el fin y su corazón no soporta más. Mira su pecho y yá sabe que perdió su dije “el diente de marfil”. En él lleva una promesa de años, porque su hijo Djeancarlo, no sabe que es su hijo biológico y que nunca lo sabrá. El anciano, sabe que es el fin, lo vé, lo nota en el sol, en el candor de las rosas rojas y en el instante en que siente en que perdió su dije. Sólo siente dolor y desprecio del mundo que lo acogió no como señor de la casa sino como un jardinero humilde. Que quiere a su hijo como nunca, pero no puede decirle. Se siente impotente, sin memoria, sin condición, sin sentido. Él dice, que el cielo esta feo, que sólo vé nubarrones, y que se aíslan las nubes del sol, para dejar extasiado a todo un cielo azul sin despejar el fin. Serafín, sabe que es el fin. Llega el día octavo del mes de octubre, el sol caliente por demás, mucho brillo y demasiado color en el amanecer. El viejo Serafín sabe que es el fin, una explotación hace que el cielo se deslice, el sol de color rojo, como las rosas del rosal y Serafín sabe que es el fin. La tierra mojada por el tiempo en frío húmedo y curtida por el sol de mediodía, se parte en tres partes, se desliza su cuerpo, se eriza la piel, el frío corre veloz velozmente por su cabeza, piensa es el fin, Serafín. Siente en su corazón palpitar tan audaz, tan acelerado que sabe que es el fin. El dije, “el diente de marfil” hace que su cuerpo se introduzca más y más a la tierra como el dije perdido lo entrelaza en la tierra, lo arrastra como serpiente y se lo traga al succionar como algo en fin. Serafín muere en el acto como si le hubiera dado un infarto mortal, herido de un arma punzante o peor aún ser presa de un león salvaje. Él siempre supo que era el fin, su corazón se lo decía y nunca pudo más que su propio destino por morir como marchitan las rosas rojas de su rosal.
Moraleja
“Las rosas marchitan como envejece la vida”.