A veces los espejos más nítidos
son aquellos que las lágrimas forman
como cristales que se ciernen
sobre un papel
de una historia que se repite.
A veces la tormenta más iracunda
consiste en una sequía
que embiste los campos
con unas nubes que no lloran,
con un viento que no se pronuncia.
A veces el rumor más crispado
es la eternidad de un silencio
ahogado en el corazón
de quien decide no querer
sentir más nada,
de aquel que sueña con
engañar al alma
para que el llanto cese.
A veces la memoria es la condena
de quien con ansias espera
el olvido
al verse abatido por tan amargo sentir,
como aquel río
de caudal inerte
que nunca encuentra el mar
donde su libertad aguarda.
A veces, sólo a veces,
es mejor desnudar las palabras
en un par de versos rotos,
que desnudar el alma
ante las miradas de quien
no aprecia el valor
de cada una de sus letras.