Adrian Labansat

UN SUEÑO ES EN SI MISMO UNA PREGUNTA

 

Poseído por la propia oscuridad,

su deseo se apagará en alguna parte

en algún territorio de luz anodina

luminosa maldición sobre la dádiva,

acongojada evaporación de luces 

su mirada se retirará del fuego

donde re parió el hombre que vuelve al ser

ese inocente que provoco la noche,

toda esa ruina no es más que luminiscencias que se extinguen,

preguntas incendiarias contra cielos sin respuestas

juego impúdico de Dios por sentirlo,

manifestación de desfallecimientos de los hombres

enterramientos en el ministerio que brota entre el cielo y la tierra

por donde los días ya se han ido muy lejos,

vuelve anegarse su cuerpo con la ilusión de otros cuerpos

pero ya no hay miradas para incendios

Dios se ha quedado ciego,

la ausencia está titiritando de miedo afuera de los templos,

afuera de los labios como rejas,

donde otros ojos  mutilados suplican la luz al cielo,

Dios se ha quedado sordo,

inflamado de gritos yace en alguna parte

picoteado por insaciables pájaros negros,

 

hay una primavera que se ha quedado sin luz

hay perturbaciones y recalcaduras esta noche

hay luces que se evaporan,

hay una dadiva convertida en maldición,

hay una mirada lejos ya del fuego,

un impúdico juego al que juegan dos,

un misterioso cruzamiento de caminos,

una mirada que no los encontrará nunca,

una oración que se ha quedado sorda para siempre

un deseo apagado en alguna parte,

un sueño y una pregunta.